Primitiva “Tivita” Castro

Memorial service will be held at 3:00 P.M. on April 21, 2018 at Graceway, 5460 Blue Ridge Cut-off, Kansas City, Misouri 64133.

El 24 de febrero de 1936 nació en la ciudad de Trujillo Alto, Puerto Rico, una humilde y sencilla campesina llamada Primitiva Castro-Aponte, mejor conocida como “Tivita”. Al estar rodeada de un hermoso trópico, mejor conocido como la Isla del Encanto, tuvo el perfecto escenario para que se plasmase en ella el fundamento del producto de lo que conocimos de ella en nuestros medios. A Tivita le encantaba escalar piedras y montañas y sentarse en el tope de las mismas; remontarse a las alturas y mirar a lo lejos los hermosos paisajes de su país natal. El dulce sabor de la caña del Cañaveral, además de las guayabas verdes y mangos, eran su deleite. Para ella, el mundo que le rodeaba era bueno y amaba entrañablemente a sus doce hermanos, a los cuales ella reconocía en una manera especial. No importando lo humilde de su nacimiento, a ella le encantaban las cosas bonitas, y un toque de elegancia, siempre estaban en su estilo peculiar de desenvolverse.
Tivita fue devota esposa de Luis Rivera Cruz, veterano de la Guerra de Corea, con él contrajo nupcias a los 17 años de edad y del cual nacieron sus dos amadas hijas, Luz Esther Rivera (Lucy), y Nydia Ivette Cortés. Del matrimonio de su hija Ivette junto a su apreciado yerno, Jorge T. Cortés, le nacieron sus dos nietos, Chirstopher J. Cortés y Alexander J. Cortés. Del matrimonio de su nieto Alexander junto a Cristina Valdez le nacen sus biznietas Zoe Isabella Cortés y Catia Alejandra Cortés, junto a su hermano Gabriel.
De su venerado padre, Agapito Castro, junto a su entrañable madre, Carmela Aponte, le nacen doce hermanos. De una familia muy vasta y humilde Tivita fue la quinta en nacer. Carmen Delia, Arturo, Luis, Clotilde, Ana Iris, Cristina, Macario, Rosario, Jaime, Ramonita, Héctor y Gilberto son sus hermanos carnales, los cuales le sobreviven diez de ellos. Su familia extendida, en su mayoría en Puerto Rico, es muy cuantiosa. Ella siempre les extendía un cariño especial y sus oraciones diarias iban dirigidas a que ellos pudieran experimentar la misma, o aun mejor de las experiencias de reconocer a Dios verdaderamente como sus queridas hijas Lucy e Ivette lo vivieran diariamente.

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